Paseando por la vida, casi sin darme cuenta, y sin esperarlo, apareciste de repente en mi camino.
No quise agarrar tu mano, ni perderme en esos ojos de mirada infinita, ni que me besaras nada más verme, ni que me apartaras el pelo de la cara.
Tampoco quise que me invitaras a cenar, ni ver películas contigo, ni reír a carcajadas, ni quise estremecerme la primera vez que te oí tocar.
No quise sentir mariposas en el estómago, ni quise conocer a tus amigos, ni tampoco correr bajo la lluvia, ni contemplar las estrellas.
No quise desayunos en la cama, ni almuerzos sorpresa, ni flores, ni detalles, ...
No quise conocerte, ni tampoco amarte...
Sin embargo, dejarte entrar en mi vida, es lo más bonito que me ha pasado jamás.
Y cada día que pasa me haces más y más feliz. Porque conocerte, quizás sea la aventura más grande que he vivido.
Tu sinceridad, a veces llega como jarro de agua fría en enero, pero me haces mantenerme en pie, a pesar del vendaval.
Y las hojas de los árboles tienen un brillo especial, si camino contigo al lado. Y el aire huele diferente, y el sol no quema, y el frío no hiela.
Tu magia es tan grande que haces que me olvide de los días grises cuando me abrazas.
Así que gracias...gracias por compartir tu vida conmigo. Gracias por caminar a mi lado. Gracias por estar ahí, incluso cuando la vida se mancha de tristeza.
Gracias por ser tú, y querer formar equipo conmigo.